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La cultura empresarial empieza por quien contratas

  • Foto del escritor: Rinteli
    Rinteli
  • 10 sept
  • 2 Min. de lectura

Por Recursos Humanos Rintel



cultura empresarial


Hablar de cultura empresarial suele remitirnos a frases inspiradoras en los muros de la oficina, códigos de ética o programas de integración. No obstante, su origen es mucho más humano y tangible: cada contratación. Cada persona que se une a la organización no solo ocupa un puesto, sino que aporta su carácter, sus valores y su forma de ver el mundo.

 

La primera impresión que recibe un nuevo colaborador es también la primera semilla que siembra en la cultura de la empresa. Si se contrata únicamente por capacidades técnicas, sin tomar en cuenta la manera en que esa persona encajará con los valores de la organización, se corre el riesgo de edificar un entorno inconsistente. En cambio, cuando se elige a quienes representan y refuerzan los principios de la compañía, la cultura se convierte en una práctica diaria y no en un simple discurso.


Contratar con propósito: el reflejo de los valores en la elección


Cada decisión de contratación es, en esencia, una declaración de lo que la empresa considera importante. ¿Buscamos solo resultados inmediatos o también compromiso con el respeto, la empatía y la colaboración? Contratar con propósito significa no separar los conocimientos de las actitudes, ni las habilidades de los valores.

 

Un candidato técnicamente brillante pero con comportamientos que erosionan la confianza puede destruir en meses lo que costó años construir. Por el contrario, alguien que comparte la visión, respeta las diferencias y sabe trabajar en equipo puede convertirse en un motor de cohesión y crecimiento. La pregunta clave que deben hacerse los reclutadores y líderes es: ¿esta persona suma a la cultura que queremos fortalecer o la debilita?


Cada contratación… una pieza en la construcción de la cultural empresarial


La cultura empresarial no se decreta: se vive. Y esa vivencia depende, en gran parte, de quién entra por la puerta de la organización. Cada contratación es un ladrillo en la construcción de un entorno laboral que puede ser sano, inclusivo y motivador, o bien, tóxico, contradictorio y desgastante.

 

El verdadero reto para las empresas es entender que la cultura se alimenta todos los días con las personas que la componen. Una contratación inadecuada puede ser la grieta por donde se cuela el conflicto, mientras que una contratación congruente puede convertirse en el cimiento que sostiene la confianza colectiva.

 

En última instancia, la cultura no es lo que la empresa dice ser, sino lo que sus empleados hacen y sienten en su día a día. Y esa realidad empieza con una decisión aparentemente sencilla: a quién se elige para formar parte del equipo.





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