Por Abraham Montes de Oca
Eran las 23:55 de la noche del 31 de diciembre del 2019 cuando todo el mundo despedía de forma simultánea al año viejo y le daba la bienvenida a un nuevo año, un 2020 que para mucha gente representaba el comienzo de nuevas metas, sueños, anhelos y por qué no… de una nueva vida. Pero precisamente en esos momentos en una ciudad en china llamada Wuhan, con una población de 11 millones de personas, surgía un virus que cambiaría de forma radical no solo la economía global, cambiaría la vida de las personas en el mundo entero.
Transcurría el mes de enero y mediante videos de usuarios que circulaban en las redes sociales, no se podía dar crédito a lo que nuestros ojos contemplaban, personas que iban caminando se desplomaban de la nada cayendo al suelo sin vida. Al principio se decía que solamente era una gripa más, que era una variación más de la familia de los coronavirus, pero la realidad era que ni el gobierno y la Organización Mundial de la Salud, sabían lo que este nuevo patógeno era.
La primera celebración del 2020 (Festejo del año nuevo chino) tan esperada por China se convertiría en un festejo sombrío y lleno de angustia, ya que en china se había ordenado el encierro de la provincia de Wuhan el 23 de enero.
Fue entonces que el 30 de enero del 2020 la OMS declara al nuevo brote de coronavirus como una nueva emergencia de salud pública de importancia internacional, pero la amenaza ya tenía nombre “COVID-19” una enfermedad causada por el SARS-CoV-2.
Para ese entonces lo que ya se sabía del virus es que era un patógeno con alto índice de contagio, ya se habían identificado algunos síntomas que demostraban los infectados, pero lo más aterrador era que presentaba un periodo de incubación de entre 15 y 25 días, es decir la gente infectada era asintomática durante ese periodo de tiempo, ya cuando demostraban los síntomas representaba una carrera de tiempo entre la vida y la muerte. Dado esto fue que el 11 de marzo la OMS declara la pandemia en el mundo entero.
Las cantidades de contagiados en el mundo son abrumadoras, al igual que el número de decesos, ya que no es solamente China, ya son varios países como Italia y España que están siendo azotados por el COVID-19. Los países que se encuentran sufriendo los alcances de esta pandemia implementan medidas como el aislamiento de su población para tratar de enfrentar y de frenar al virus, los hospitales no se dan abasto debido a la gran cantidad de enfermos que llegan día a día, sumándole a eso que no cuentan con los insumos necesarios para la protección del equipo de salud y sobre todo a la nula preparación para enfrentar un virus de esa naturaleza, y mucho menos la situación que llevaría a ello, se creía que la población más vulnerable al enemigo invisible era la gente adulta, pero esto no es así. Personas de todas las edades, niños y jóvenes, son víctimas por igual.
En EUA, Nueva York comienza a transformarse en el nuevo centro de la pandemia con decenas de contagiados cada día, incluso alcanzando las 700 muertes por día, lo que tienen en común todos los países en este momento es la enfermedad y que todos los días se habla de la curva de mortalidad que buscan frenar todas las naciones.
El COVID-19 no solamente ya viene afectando el sector salud, ya la economía mundial comienza a resentir el impacto de este patógeno mortal.
El desplome económico global se ve hecho una realidad, con negocios cerrados, el turismo frenado, y las empresas sin ingresos, preguntándose cuánto tiempo pueden seguir apoyando a sus empleados económicamente, el futuro parece incierto, la realidad es que prácticamente todos los países se encuentran viviendo una recesión económica sin precedentes, de la que todos preguntan ¿Qué va a pasar?.
Actualmente todos los científicos en el mundo entero se encuentran en una carrera para descubrir una vacuna que permita erradicar esta enfermedad, pero los ánimos no son los más alentadores, ya que debido al nulo conocimiento de este patógeno y al hallazgo de nuevos síntomas que origina este virus, la respuesta que se transmite es que en dos años podría ser viable tenerla.
Durante los meses de marzo y de abril, España, Italia y EUA han estado luchando para lograr estabilizar la curva de mortalidad, y debido a la premura de reactivar la economía de sus países han comenzado a implementar planes para la reapertura a la normalidad, solo mayo y junio dirán si han sido efectivos esos planes, ya que los especialistas de la salud se encuentran con la incertidumbre de que una segunda oleada de contagios podría ser muy posible.
Lo cierto es que el COVID-19 ha mostrado lo mejor y lo peor de cada país en el mundo entero, a pesar de que los países llamados de primer mundo, que siempre su prioridad ha sido el poder económico y su deseo de desarrollo en este ámbito, han mostrado el interés y preocupación por el bienestar de su población, tomando decisiones fuertes en el aspecto económico para apoyar a las grandes y pequeñas empresas con la aprobación de créditos, así como también con el condonar los deberes fiscales de su población (rentas, pagos de créditos, etc) para ayudarlos a superar esta situación.
Desafortunadamente en algunos países llamados de tercer mundo, las acciones no han sido las mismas, debido a que algunos mandatarios le han dado mayor importancia a no frenar la actividad económica de su país e inclusive a minimizar y burlarse de la severidad del SARS-CoV-2 , sin brindar el apoyo a las pequeñas empresas y mucho menos a su población, por dicha razón su respuesta ha sido tardía ante la situación de la pandemia del COVID-19, tratando de contener la oleada de contagios y decesos que día a día se incrementan.
Posiblemente la lección o mejor dicho el mensaje más grande que nos está dejando el COVID-19 es que la vida como la conocemos tiene que cambiar, se debe de apostar más por el sector salud de cada país, ya que quedó más evidente que ni las más grandes potencias están preparadas para reaccionar a situaciones de esta índole. La economía global tomará tiempo para poder restablecerla, la realidad es que no solo se tiene que restablecer se tiene que reinventar la forma en que se está haciendo.
La vida diaria como la conocemos está cambiando, ya que mientras no se tenga una vacuna nadie está exento del contagio, algunos gobiernos hablan de que tenemos que aprender a vivir con el virus, pero la pregunta es ¿Cómo?.
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